ME PONGO EL PONCHO

Viajamos a Catamarca para presenciar la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho, la más convocante del invierno argentino, que no solo tiene que ver con la prenda sino también con el cálido abrazo de la artesanía.

La temperatura fue un plus para quienes le escapan al frío húmedo, eligen andar de remera en esta época del año y vuelven envueltos en lanas de ovejas, llamas o vicuñas para pasar lo que resta de la estación.

En un gran predio, al pie de una herradura de sierras en San Fernando del Valle, miles de personas de aquí y de allá recorrieron grandes pabellones con productos regionales, los patios de las provincias y cervecero, shows en vivo, puestos gastronómicos, juegos y actividades.

Del 15 al 24 de julio decenas de acomodadores les indicaron a centenas de motos, autos y camionetas dónde estacionar por más de 12 horas al día. Al otro lado, colectivos internos acercaron a familias enteras hasta la puerta de la feria y del Estadio Bicentenario que en paralelo albergó el Torneo Nacional de Paracaidismo. Literalmente, gente por cielo y tierra.

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Sin un circuito marcado pero con espacios anchos, pudimos ver rápidamente con qué nos íbamos a encontrar durante el último fin de semana de la 51va edición «del Poncho», que en voz de sus organizadores, sobrepasó expectativas en su vuelta post pandemia.

Obligatorio solo en la fabrica de alfombras, el uso de tapabocas estuvo muy presente en toda la feria, y los lugares de mayor tránsito estuvieron limpios, acompañando el compromiso de la multitud.

Con más arte que activaciones de marcas, los atractivos pasaron por lo hecho en casa, en una cocina, un taller, unas plantaciones o unos viñedos.

Los abrigos, adornos, mates, cuchillos, utensillos, pinturas, piedras y metales, llenos de distinciones del jurado, vistieron muy bien los pabellones de diseño.

Las aceitunas, nueces, cayotes, hierbas y vinos saborearon un poco la abundancia de vendedores ambulantes con mercancía plástica, mayormente captadora de atención de niñeces en receso escolar.

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Parrillas y peñas trajeron todo el tiempo nuestra música folclórica mientras que en los escenarios (uno gratuito y otro con entrada paga) la mezclaron con rock metal norteño, cuarteto del centro y urbano porteño, por ponerle algunas etiquetas descriptivas a lo que hace rato convive. 

La cumbia en manos de sus amos, Los Palmeras, dió el gran cierre a las tablas, donde además de bandas pisaron fuerte los ballets de danzas, ubicadas en uno de los impecables galponazos del predio, rodeadas por miles de sillas donde espectadores disfrutaron todas las noches de una variada grilla.

@chetocastro | @manifestar.ar | @lospalmerasoficial

Los sabaleros en su ruta del oro y sobre tierras mineras hicieron que se levanten, bailen y canten con un hito tras otro. Sus 50 años de carrera los agarró, a la vista, con un gran equipo de laburo que permiten calidad, precisión y son.

La última y se fueron. Super respetable después del show que dieron. Comenzó la vuelta a casa para lugareñas y lugareños, y para algunos y algunas, en horas, al colegio. Por acá quedaban unos días de turismo, de pasear y conocernos.

@pablopacheco_videografo | @turismocatamarca

Un minibus nos lleva por la historia de la ciudad capital. Una historia basada en la Virgen del Valle, a quien veneran las y los creyentes. Una ciudad que tiene 339 años, pedacito de una enorme provincia, pero a simple vista, con mucho por contar y descubrir. Los departamentos que la conforman, algunos presentes en la fiesta, requieren de tiempo para adentrarse en ellos y contarla desde ahí.

Ya de nuevo en el centro y después de una merienda tardía, mientras el cielo volvía a atardecer con los colores del logo de Instagram, otra gran idea, producción y ejecución de Pablo Pacheco nos puso, a medianoche, en el Mirador de La Cuesta del Portezuelo.

A 1.000 metros de altura, a oscuras, lejos de la contaminación lúminica, las cosas ya se ven diferente.
La imponente sierra y el precipicio. Las estrellas y el flameo de la bandera. Una vianda, unos mates, una recarga de energías y un registro de todo eso, fue el final de una visita fugaz a un territorio que me gustó pero es necesario volver con tiempo para entenderlo.

Mientras tanto, muchas gracias por el recibimiento, me saco el sombrero por la organización y me pongo el poncho en el próximo invierno.

@pablopacheco_videografo | @brenchu.16

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